Esta Leyenda cuanta la historia que presidio la construcción de la calle que se conoce como el puente de la joya, y que hoy en día es uno de los cruces peatonales más peligrosos y conflictivos de Tlalpan.
Antiguos moradores de la demarcación afirman que hace ya algunos años en esta calle se inició la construcción de un puente a la par de las obras correspondientes a la carretera a Cuernavaca, las cuales unirían esta vía de comunicación con la avenida de insurgentes dificultando así el paso a transeúntes q circulaban por ahí.
De este modo la edificación del puente se inicio considerándose en un principio que se haría rápidamente sin contratiempo alguno, por lo que se escogió la piedra como material para el puente por catalogarlo como resistente y perdurable para futuras generaciones de tlalpenses. Asimismo un grupo de trabajadores realizaba la obra descansando por la noche para encontrarse por la mañana con que la tarea había sido convertida en un montón de piedras regadas por todas partes.
Lo anterior sucedió varias veces y al no encontrar una explicación lógica, el ingeniero encargado de la construcción decidió montar la guardia realizada por un obrero, el cual paso la más terrible experiencia al ver al diablo aparecerse para derrumbar el puente y decirle sin miramientos al obrero que La Joya era propiedad suya y no deseaba extraños en ella a menos a que llegaran a trato justo para ambas partes. El aterrado mortal preguntó a Satanás sobre que trataba su proposición y este le respondió que para seguir adelante tendría que otorgarle el alma de un buen numero de tlalpenses.
Como respuesta a su oferta el diablo tuvo una misa o al menos eso se dijo ya que en la misa realizada cuentan que se oyeron escalofriantes gritos de dolor y muchas personas desaparecieron acabada ya esta, mas tarde las obras pudieron concluirse sin problemas.
No obstante se dice que por esa época muchos fueron los habitantes que desaparecieron de los alrededores sin dejar rastro y por consiguiente los familiares nunca volvieron ha saber de ellos.
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